HAY, PARÍS, PARÍS...

Autorretrato. Esperanza. Circa 1922.

Obra vintage. Copia a la gelatina de plata. Papel fotográfico en doble peso y textura mate. Medidas: 10,5 x 8,5 cm. 

Como todos los profesionales de su época, el estudio fotográfico de Fernando Paillet dependía en gran parte de la explotación comercial del retrato social. Fue en su galería de pose con telones lisos y pintados, sillas y banquetas, donde reinaba cual santo grial la imponente cámara de galería, con su infaltable paño negro de enfoque. Frente a este equipo posaron generaciones de aquellos hombres y mujeres, y como no podía ser de otra manera, también lo hizo y en varias oportunidades, el propio fotógrafo.

Gracias a la exhaustiva investigación de Luis Priamo -definitivamente su más riguroso biógrafo-, sabíamos que Fernando Paillet (1880 - Esperanza - 1967) ejecutó varios autorretratos en su vida y el motivo de los mismos, además de un ejercicio artístico, no difería de la voluntad de sus clientes, pues siempre posamos frente a la cámara con la secreta esperanza de vivir en el recuerdo… venciendo así a la inevitable muerte. En Hilario presentamos otro de estos tesoros.

Se advierte en el tratamiento de la imagen la intencionalidad de posar en su calidad de artista; viste traje oscuro, camisa blanca, elegante sombrero de ala y, quizás, el detalle más significativo, usa una corbata moño al clásico estilo de los artistas en París. Estamos frente a un retrato de medio cuerpo -el más valioso por su proximidad a la cámara- y de tres cuartos de perfil. El fondo liso, claro y neutro resalta su varonil figura, aunque en un gesto plástico, destacó su silueta con trazos de carbonilla, detalle que le otorga mayor interés a la obra.

A casi un siglo de distancia de esta toma santafecina, el propósito consciente o inconsciente de Fernando Paillet se ha cumplido por entero y ahora se ofrece su retrato a quienes deseen atesorar la efigie misma de uno de los grandes maestros de la fotografía en Argentina.

FERNANDO PAILLET 

(1880 - 1967) 

En Hilario nos enorgullecemos de haber presentado desde 2018 un maravilloso conjunto de obras de este excepcional fotógrafo, tan esquivo en el mercado del arte, y tan relevante en la historia de la fotografía argentina del siglo veinte.

Hijo de un inmigrante belga y de una hija y nieta de colonizadores suizos, su biografía nos sitúa en la colonia agrícola Esperanza de la provincia de Santa Fe, donde Paillet desarrolló su oficio -fue además músico y autor teatral- trascendiendo las limitaciones del medio que lo obligaba a vivir de la retratística social. Su arte genuino lo guió en otras búsquedas y se lanzó a documentar la vida, la arquitectura local, las escenas cotidianas en los interiores del comercio e industria local como la peluquería, el boliche, la farmacia, la cuadra en la panadería, el taller del herrero, o el almacén de ramos generales, además de fotografiar a los lugareños, pero desde otro abordaje, rompiendo los cánones tradicionales, seguramente, influenciado por los libros y revistas fotográficas que nutrían la biblioteca de su estudio, algunos editados en París, por entonces capital universal de la fotografía artística. Así lo indicó Luis Priamo en su libro de 1987: “Al igual que todos los fotógrafos argentinos del pasado conocidos por sus inquietudes artísticas, Paillet se formó en los cánones del retrato artístico y del pictorialismo del Foto Club de París. Uno de los libros que guardaba su archivo es Esthétique de la Photographie, editado por esa institución en 1900”. [1] 

Alejado de las luces porteñas, construyó su propia ruta y formó una copiosa obra -fechada entre los años 1894 y 1940- que esperaba su consagración en otro sitio, en otro tiempo… Sin embargo, su sueño estaba en la creación de un Museo de Bellas Artes que incluyera un archivo histórico, y no lo logró. Triste, solitario y disconforme vivió el final de su camino en la más absoluta pobreza. Los vaivenes políticos en el gobierno municipal de su ciudad lo habían dejado sin aliento, sin esperanza, y así se despidió del mundo. Un adiós que fue aún más trágico al destruirse el ochenta por ciento de su archivo de originales [2], sus placas de vidrio. Y las obras vintage pasaron a ser auténticos tesoros, al fin rescatados por el Museo de la Colonización de Esperanza, que preserva su acervo.

Su obra llegó a Buenos Aires en 1980 con una exposición titulada “Fernando Paillet 1880 - 1967”, cuyo catálogo incluía un texto de la curadora Sara Facio. Al año siguiente, Sameer Makarius seleccionó nueve de sus fotografías en la antológica muestra “Vida argentina en fotos”. Y un lustro más tarde llegó el libro consagratorio del historiador fotográfico Luis Priamo editado por la Fundación Antorchas. 

A treinta y un años de aquellos hitos, la Fototeca Latinoamericana (FOLA) de Buenos Aires, lo presentó junto al fotógrafo norteamericano Walker Evans en un diálogo visual sorprendente, con la curaduría de Jim Dow y Guillermo Srodek-Hart. [3] En aquellos días de 2018, y teniendo en cuenta que sólo se había conservado poco más de un diez por ciento del archivo de Paillet, Jim Down afirmaba que “estamos ante un genio”. [4] 

Todo su arte se confronta con la dramática escasez de la obra disponible, un verdadero sortilegio para los auténticos coleccionistas y las instituciones dedicadas al arte latinoamericano del siglo veinte.

Abel Alexander  

Presidente de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía

Notas:

1. Luis Priamo, Fernando Paillet. Fotografías 1894 - 1940, Fundación Antorchas, Buenos Aires, 1987.

2. Sólo se salvaron unas trescientas placas, negativos de vidrio a la gelatina bromuro de plata, placas secas, en tanto que, se asegura, fueron unas 2700 las destruidas.  

3. Congruencias. Walker Evans. Jim Dow. Fernando Paillet. Guillermo Srodek Hart, FOLA, Buenos Aires, agosto de 2018.

4. Jim Dow: en una conferencia magistral dictada en el FOLA, el 14 de agosto pasado.