EL SALÓN DE LOS RECHAZADOS. ARTE ARGENTINO.

Fotografía perteneciente a la primera de las salas: “Tierra, techo y trabajo”.

Pintura de la Sala II: “Belleza y felicidad”.

Sala III: “Hondo sueño en las pupilas”.

Fotografía de la Sala IV: “Tantas glorias hollar vencedor”.

El artista como viajero conforma la Sala VII: “Un episodio en la vida del pintor viajero”.

Lo expresamos desde el inicio de nuestra newsletter, la posibilidad de recorrer en forma virtual la oferta cultural del mundo llegó para quedarse. En ese momento, impulsada por el confinamiento obligatorio impuesto por la Covid-19, pero además, virtuosa en sí misma, por la oportunidad de hacerlo sin demasiadas barreras. Este fenómeno también alentó el desarrollo y visualización de numerosas iniciativas que hoy están disponibles en internet, atentas a ser detectadas; su problema más importante, inmersas en un mar de oportunidades.


Entre ellas, queremos invitarlos a conocer una propuesta que los sorprenderá: El Salón de los Rechazados. “Un proyecto de Nicolás Martella que tiene como fin dar a conocer las reservas de obras remanentes que se acumularon en el Palais de Glace desde su creación. Su principal fuente de alimentación han sido las producciones visuales abandonadas por sus dueñxs al ser rechazadas por el Salón Nacional de Artes Visuales” escribe Joaquín Barrera, curador de este particular proyecto, que exhibe ahora su formato virtual: VER


Hasta el año 2014 -es decir, durante los primeros ciento tres años desde la apertura del Salón Nacional en 1911- la participación en el principal certamen argentino de artes visuales se realizaba físicamente. Los artistas debían enviar sus obras para que el jurado las evaluase. A partir de 1932 el Palais de Glacé fue sede del Salón, así que allí llegaban las obras desde todo el país. Un pequeño y selecto grupo era elegido, seleccionado, y el resto, aquel “sobrante” que no alcanzaba las expectativas del jurado, era marcado con una estigmatizante “R” roja -de “rechazado”- en la etiqueta pegada al dorso. Más de 1500 obras conforman este acervo de remanentes, que nadie retiró jamás. “Doblemente rechazadas. Primero por lxs juradxs y luego por sus dueñxs, que no las fueron a buscar”, explica Nicolás Martella, artista argentino que ya venía trabajando con imágenes descartadas en proyectos anteriores. En el año 2017 la institución llevó a cabo una selección y depuración final de esos remanentes para su posible patrimonialización, y ese es el conjunto de piezas que conforman esta exhibición virtual, este Salón de los Rechazados, 219 obras que van desde 1934, primer año del Salón Nacional en el Palais de Glacé, hasta 2014, cuando el envío inicial de obras comenzó a ser digital.


El nombre de esta muestra deviene del emblemático Salón de los Rechazados (Salón des Refusés) de París de 1863. Aquel acontecimiento es un hito en el arte europeo, y articuló con el nacimiento del impresionismo y la llegada del modernismo. La historia es así: por decisión -de tintes políticos- del emperador Napoleón III, los artistas no seleccionados por la Academia Francesa de Beaux-Arts para participar del Salón de París serían exhibidos en una sala contigua para que los juzgara el público y la crítica. Allí fue presentado el Almuerzo sobre la hierba de Edouard Manet, hoy una  obra emblemática, la que en aquel tiempo despertó junto con otras, tanta admiración como escándalo. 


El Salón Nacional en nuestro país, nacido al año siguiente del centenario y de sus grandes celebraciones y exposiciones, coincide con el arribo del modernismo y cosmopolitismo a la escena artística argentina. Al igual que el de París, desde su nacimiento generó admiración y rechazo. Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo al respecto, sobre su rol excluyente o incluyente, abierto y federal o elitista, y hasta de legitimador del statu quo. El crítico Mario Gradowczyk analiza el asunto, en una dialéctica que columpia entre la posición positiva “el Salón como un faro” y la negativa, “como un agujero negro”. Escribe: «Si nos ubicamos bajo una pantalla iluminada por el optimismo de las elites, mayormente porteñas, los Salones se constituyen en elementos dignificantes del arte argentino, no sólo por los aspectos vicarios y honoríficos que conlleva el haber sido aceptado por jurados integrados por personalidades del mundo oficial, sino por la generosidad de los premios. Es posible visualizar a cada salón como faro luminoso que marca el derrotero e ilumina la trayectoria del arte argentino, impidiendo que se encalle en “aguas peligrosas”. Los temibles guardafaros de la Comisión Nacional de Bellas Artes no sólo ejercen el control de los Salones Nacionales, sino las direcciones de los museos y academias y escuelas de arte. Otra alternativa también es posible, visualizarlos como agujeros negros cuyas cuantiosas fuerzas gravitatorias devoran a cualquier “estrella” que invada sus zonas de influencia, sumideros destinados a destruir cualquier innovación. Son muy pocos los artistas que se resisten a transitar por este campo perverso lleno de faros y agujeros negros». (1)


Así como en París, los artistas excluidos también organizaron salones alternativos en Buenos Aires. En 1914 el IV Salón Nacional premió la pintura Los mantones de Manila de Fernando Fader -hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes- y rechazó dos esculturas de Agustín Riganelli. Varios artistas acusaron al Salón de premiar la mediocridad y el conformismo y rebelados contra el sistema de admisión y de premiación empleado en los salones nacionales de pintura, rompieron con la Academia y organizaron en la Boca un Salón paralelo, sin premios, que nombraron “el Salón de los recusados”. Lo presidió Florencio Sturla y participaron con sus obras José Arato, Santiago Palazzo y Abraham Vigo, mientras que se adhirieron Benito Quinquela y Agustín Riganelli. Cuatro años más tarde, con la incorporación de Adolfo Bellocq y Guillermo Fació Hebequer al grupo de artistas disidentes, se realizó una segunda edición llamada “Salón de Independientes”. “Debido a las críticas recibidas en los salones iniciales, el reglamento se modifica y se incorporan al jurado oficial otros miembros elegidos por los expositores, con la salvedad de que debían ser elegidos entre aquéllos que participaron, por lo menos, en dos salones anteriores. Esta maniobra sostiene durante muchos años el carácter elitista de la selección de obras y de la adjudicación de premios”, escribe nuevamente Mario Gradowczyk (2). Tiempo más tarde hubo un avance en el proceso de selección y premiación: por el solo hecho de enviar obra al Salón el artista quedó habilitado para votar entre un conjunto de posibles jurados.




Escultura de la Sala V: “El cuerpo y sus variaciones de época”.


Regresemos a la exposición recomendada. Sus obras no integran ninguno de estos dos grupos, ni el de los elegidos, ni el de los rechazados reaccionarios, ampliando así el panorama de la producción artística nacional. “No hay nombres propios ni orden de importancia ni valoraciones estéticas ascendentes ni descendentes” escribe Joaquín Barrera en el texto inaugural de esta exhibición virtual. Como en el Salón des Refusés propuesto por Napoleón III, estas obras se exhiben ahora colgadas (virtualmente) en ocho salas, cada una con sus muros de un color distinto, “si las presentásemos en un museo real, con una colgada analógica, representarían ocho salas gigantes repletas de obras y de relatos para contar”. Hay dibujos, pinturas, fotografías, grabados y esculturas de diversos tamaños y formas de presentación. “Están todas conviviendo entre sí a partir de núcleos curatoriales que definimos en conjunto con el artista -concluyen Martella y Barrera- Están todas porque es un acto de reivindicación de la imagen desechada pero también porque es una forma de mostrar que, más allá de los límites del adentro y del afuera y de la valoración estética, técnica y formal que presuponen los concursos, los grandes núcleos poéticos de la historia del arte argentino son siempre los mismos y que no hay diferencias entre ningún afuera y ningún adentro. Es que en estas obras que ahora presentamos aparece reflejada una insistencia sobre ciertos temas. Los paisajes de la biodiversidad geográfica argentina, la educación patriótica, el onirismo y el psicoanálisis, la violencia política y la memoria, los ensayos sobre los cuerpos, las escenas de la vida cotidiana y del trabajo, la pintura ingenua y la abstracción ─poéticas trascendentes para la producción visual nacional─ son los nódulos centrales que pudimos vislumbrar apenas entramos en contacto con el material. Estas obras, dejadas de lado por lxs juradxs y lxs artistas y recuperadas por Nicolás Martella, hoy proponen seguir poniendo en debate qué es y de qué habla el arte argentino desde hace algunas décadas, aun cuando hayan quedado afuera de la historia del Salón”.



Una pintura de la misma Sala VII.


Link para recorrer esta exposición: ​​AQUÍ


Notas: 

1. Mario Gradowczyk: Los Salones Nacionales y la Vanguardia: ni histéricos futurismos, ni pintura enfermiza y deprimente. La evolución de los Salones Nacionales entre 1924 y 1943. En Ramona, Revista de artes visuales, Argentina, N. 42 (julio 2004). 1. Mario Gradowczyk: Ob. Cit. Julio 2004.



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