Sin título. 1959.

Óleo sobre tela. Medidas: 80 x 60 cm. Firmado en la pintura, y firmado y fechado al dorso. Obra en excelente estado, enmarcada.

Un rostro pálido emerge distinguiéndose sobre un fondo en el que también aparecen figuras vegetales. Macció dispuso sobre la tela una espesa capa de vibrantes colores azules, verdes, ocres, y con una madera -generalmente el rabo de un pincel- esgrafió sobre la tela aún fresca los contornos de la composición, es decir, dibujó retirando materia, desnudando nuevamente el entramado de la tela, a la vez que generó un relieve a los costados de la línea negativa.

Para comprender el contexto en el que Macción pintó esta obra en 1959 citemos a la crítica Laura Buccellato: “Macció realizó su primera exposición en la Galería Galatea, en 1956. Era visible, entonces, su tendencia surrealista. Puede hablarse de un período prehistórico en la obra de Macció, que abarcaría, aproximadamente, desde 1956 hasta 1960, en el que transita la abstracción lírica e intenta liberarse de los límites estrictos de la pintura constructiva y preceptiva anterior, al elegir el camino de lo emocional e instintivo. Durante esta etapa formó parte del grupo ‘Boa’ (1958). Este conjunto de artistas, muy heterogéneo, formado por el crítico Julio Llinás, tenía un denominador común: cierto automatismo psíquico. Sus integrantes, Martha Peluffo, Osvaldo Borda, Víctor Chab, Clorindo Testa, Kazuya Sakai, Josefina Robirosa y Rogelio Polesello, editaron una revista y estuvieron en contacto con el grupo ‘Phases International’ de París. Es necesario tener en cuenta la fidelidad de Macció a la pintura de caballete en una época en que la tendencia de los artistas de vanguardia era alejarse de la tela como soporte de sus experiencias, en angustiosa búsqueda de una nueva verdad plástica interrelacionada con el desarrollo apocalíptico de los hechos mundiales y la aproximación tangible a la espacialidad cósmica provocada por el adelanto de la ciencia y la técnica. Época en donde el ‘gran gesto’ escapa al lenguaje verbal y el concepto se transforma en el verdadero protagonista del hecho artístico. Pero nada inmuta la pasión de Macció, quien sigue ligado al lenguaje de la pintura con terca obsesión. Rompiendo con la dicotomía clásica de abstracción-figuración, Macció incorporó a sus experiencias informales una cierta figuración. En un contexto donde aún imperaba la abstracción en sus dos acepciones, geométrica y gestual, intentó un nuevo modo de ‘figurar’, es decir, de volver a la figuración”. [1]

En aquel 1959 Macció ganó el Premio De Ridder y expuso en la Galería Witcomb de Buenos Aires. ¿Podría ser que se haya exhibido esta obra en aquella muestra, y adquirida allí por su anterior dueño? No hemos dado, si es que se hizo, con su catálogo. Dos años más tarde, en 1961, junto a los artistas Luis Felipe Noé, Ernesto Deira y Jorge de la Vega expuso en la galería Peuser, acto en el que surgió uno de los movimientos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX: Nueva Figuración. 

Nacido en Buenos Aires, Rómulo Macciò (1931 - 2016) fue un pintor autodidacta. Realizó importantes e innumerables muestras individuales, desde su primera exhibición en la Galería Galatea en 1956. Entre otros premios, obtuvo el Primer Premio Internacional del Instituto Torcuato Di Tella en 1963, el Guggenheim Award en 1964 y el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1967. Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia en 1968 y 1988, en la Bienal de París en 1969 y en la Bienal de San Pablo en 1963 y 1985. Su obra integra el patrimonio de importantes instituciones, como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Guggenheim de Nueva York, el Museo de Arte Moderno de París y el Centro de Arte Contemporáneo de Madrid.

Nota: