Reseña de un rescate arqueológico en el norte de Sinaí

Escarabajo de faenza encontrado en el nivel de destrucción final del sitio en el Área I. Su parte superior representa la cabeza, el protórax y las alas. En su base hay una inscripción jeroglífica incisa y pintada, que las epigrafistas han traducido como “Bastet (te) otorgue la perfección de la vida”. 



Vista parcial de un depósito de grandes vasijas en el Edificio L (Área II).



El comienzo de la excavación de la Campaña 2010, en el área VIII, en la que se abrieron cinco cuadrículas; por detrás de ellas se ve el Área I, cubierta con arena para su protección.



Acompañantes cotidianos de la tarea arqueológica.



Claudia Kohen


Licenciada en Ciencias Antropológicas con orientación en arqueología por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Arqueología egipcia por la Universidad de Londres. Desde 1997 integró la Misión Arqueológica Argentina en Tell el-Ghaba y es autora de numerosas publicaciones sobre el tema.


Actualmente integra la Misión Argentina para el estudio y conservación de la tumba tebana de Amenmose, TT318, de la dinastía XVIII, en Sheik abd el-Qurna.


Por Claudia Kohen *

Desde tiempos predinásticos, la llanura costera del Mediterráneo, entre Gaza y el Canal de Suez, constituyó la ruta terrestre más importante entre Egipto y Palestina. A lo largo de la historia, transitaron por ella ejércitos, caravanas de comerciantes y pastores nómades. Los vestigios arqueológicos dan cuenta de asentamientos, puestos militares y fortificaciones que tuvieron propósitos defensivos y de apoyo al ejército egipcio en sus campañas hacia el Levante. Así lo atestigua un relieve en uno de los muros del templo de Amón en Karnak, que conmemora la campaña militar y la llegada triunfal de Seti I – el primer faraón de la dinastía XIX- a Egipto luego de su victoria en Canaán.  Allí se mencionan varios puestos y fuertes militares sobre el llamado “Camino de Horus”, y la presencia de un curso de agua que probablemente fuera el brazo Pelusíaco, el más oriental de los afluentes del Nilo. Esta vía terrestre, de gran valor estratégico y económico, fue mencionada desde temprano en documentos egipcios y en numerosos escritos de la antigüedad clásica. Es también la ruta donde se ubica el relato de Moisés y el episodio bíblico del Éxodo. El brazo Pelusíaco fue de extraordinaria importancia pues, además de irrigar el delta oriental, lo conectaba con el puerto de Pelusium y el Mar Mediterráneo. Según estudios recientes, hacia el siglo X de nuestra era, la acumulación de sedimentos marinos fue obstruyendo esta vía fluvial con la consiguiente desertización.  


Con el propósito de dar un nuevo impulso a esta región, en el año 1986, el gobierno egipcio promovió el Proyecto de Desarrollo Agrícola del Norte de Sinaí para la recuperación inicial de 170.000 ha. de tierras desérticas que, aptas para el cultivo y la cría de ganado, permitirían el asentamiento de pequeños propietarios rurales que habitaban las zonas superpobladas del valle y delta del Nilo.  Dicho plan se concretó con la construcción de un canal principal (Canal de la Paz o Canal El-Salam) y una red de canales secundarios, el establecimiento de asentamientos rurales y urbanos, el trazado de nuevas rutas y la instalación de un puente sobre el Canal de Suez que facilita la comunicación con el resto del país.


Der Kontinent Afrika (detalle). Mapa editado en 1698 por Justus Danckerts, impresor neerlandés especializado en la publicación de mapas y atlas.   


Antes de iniciar las obras, Egipto solicitó al Banco Mundial un estudio de impacto ambiental para evitar -o morigerar- los posibles efectos negativos que una empresa de tal envergadura podía causar en el rico patrimonio histórico y arqueológico de la región. Consecuentemente, en 1992 se creó el Proyecto de Salvamento de Sitios del Norte de Sinaí, bajo el patrocinio de la UNESCO y la colaboración de misiones extranjeras, para intentar el rescate de más de cuarenta sitios en peligro de desaparición. Durante la ocupación israelí en el norte de Sinaí (1972-1982), una expedición dirigida por el profesor Eliezer Oren de la Universidad Ben-Gurion, había documentado y excavado cientos de sitios arqueológicos entre el Canal de Suez y la franja de Gaza.  A comienzos de la década de 1990, la egiptóloga francesa Dominique Valbelle, luego de prospectar el sitio de Tell el-Ghaba, concluyó que, por su importancia arqueológica, era uno de los lugares a ser protegidos. El Servicio de Antigüedades de Egipto comisionó, entonces, la tarea a la Misión Arqueológica Argentina.


No era la primera vez que en nuestro país se conformaba una misión científica para el rescate de sitios arqueológicos de época faraónica. En 1960, en el marco de la convocatoria de la UNESCO para el salvamento de los monumentos de la antigua Nubia, que iban a quedar bajo las aguas como consecuencia de la construcción de la represa de Asuán, la Misión Franco-Argentina en Sudán -codirigida por los profesores Jean Vercoutter (Francia) y Abraham Rosenvasser (Argentina)- relevó y excavó los sitios de Serra West y la tumba egipcia de Beidir. Este distrito comprendía asentamientos y cementerios de culturas locales (los llamados Grupos A, C, Meroítico, X y Cristiano) y el complejo de Aksha, que contaba, como elemento central, con un templo construido por Ramsés II para los dioses Ramsés, Amón y Re-Harakhte. Materiales arqueológicos recuperados de las tumbas y parte de los relieves e inscripciones del templo de Aksha fueron donados por el gobierno de Sudán a la Argentina. Ese material se encuentra actualmente en exhibición en una sala especial del Museo de Ciencias Naturales de La Plata.


La Misión Arqueológica Argentina en Tell el-Ghaba


El sitio que actualmente se conoce como Tell el-Ghaba, está ubicado unos 15 km al este del Canal de Suez (30º 58’ de latitud norte, 32º 25’ de longitud este). La Misión Arqueológica Argentina (MAA) comenzó sus actividades en 1995 bajo la dirección general de Perla Fuscaldo. Los trabajos realizados comprendieron excavaciones, prospecciones geomagnéticas, análisis en laboratorio y tareas de conservación del material encontrado. Entre 1995 y 2002 se realizaron seis campañas arqueológicas y siete de laboratorio a cargo de investigadores del CONICET y de las de universidades nacionales de Buenos Aires, La Plata y Jujuy y la participación de becarios y estudiantes. Su financiación provino del CONICET, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, la Universidad de Buenos Aires y aportes de particulares. Si bien las investigaciones continuaron en nuestro país y se hicieron numerosas publicaciones, las tareas en el sitio se retomaron recién en 2010, bajo la dirección de Silvia Lupo. Lamentablemente, a partir del año siguiente, por cuestiones políticas y de seguridad, el gobierno egipcio prohibió la presencia de misiones extranjeras en el norte de Sinaí [1].


Carta de 1992 del director del Servicio de Antigüedades de Egipto dirigida al presidente de la Asociación Internacional de Egiptólogos, solicitando la colaboración de las misiones arqueológicas extranjeras para el salvamento de las antigüedades del norte de Sinaí. 


Las investigaciones


Excavaciones:


Cuando en 1995 la MAA emprendió las actividades en el sitio, el paisaje era de dunas móviles con tamariscos y gramíneas dispersos, y la laguna, que en su momento había estado alimentada por el afluente del Nilo, era un lecho de arcilla resquebrajada. Los únicos vestigios culturales visibles, en las áreas de deflación, eran fragmentos cerámicos y objetos en piedra caliza. En aquella primera campaña, se hizo un relevamiento topográfico, se dividió el sitio en áreas y luego comenzaron las excavaciones, que se extendieron durante los años sucesivos.   


En las Actas del 1º Congreso Nacional de Arqueología Histórica (2002), Eduardo Crivelli Montero sintetiza   el trabajo de excavación arqueológica bajo su dirección:


«La Misión Arqueológica Argentina inició las tareas de campo en 1995. Se estableció un reticulado de 5 metros de lado, orientado al norte magnético. Luego se hizo un muestreo sistemático alineado del material de superficie y se comenzó la excavación en el sector sudeste del sitio (Área I), identificándose los edificios A y B. Para lograr cierta familiaridad con la estratigrafía -una prioridad en la primera campaña- se dejaron testigos en las cuadrículas, maximizándose la exposición de perfiles. En las campañas siguientes se prefirió exponer áreas contiguas […] de manera que los testigos fueron documentados y luego excavados. En 1996, mientras continuaban los trabajos en el Área I, en la zona centro-este del tell (Área II) se excavaron trincheras exploratorias de 1 m x 20 m, que se profundizaron hasta encontrar la primera estructura o contexto. Uno de los objetivos era detectar posibles construcciones defensivas, esperables en un sitio emplazado en un corredor de tránsito en un área de frontera política y económica (al este del Delta se extendía el desierto, frecuentado por pastores nómades). Entre otros resultados, se identificaron cuatro edificios: C, D, L y E. En 1997 se investigaron los tres primeros. En 1998, se iniciaron trabajos en un área al este del tell donde las topadoras habían eliminado las dunas. Se halló un entierro muy deteriorado y un posible sector de inhumaciones postfaraónicas. Paralelamente se continuó en el Área I, donde se identificó un sector industrial y la estructura G. En esta campaña y en la siguiente (1999) [se realizaron] prospecciones geofísicas, detectando el edificio F (parcialmente expuesto en 1999) y otras estructuras aún no investigadas».


En 2010, Adriana Chauvin Grandela fue la encargada de dirigir las tareas de excavación. Se abrieron cinco cuadrículas en el Área VIII, adyacente y hacia el oeste del Área I. Los estratos excavados dejaron parcialmente al descubierto el edificio K, en ladrillos de adobe, y se pudo constatar que luego de un tiempo en que el sector quedó vacante, se instalaron hornos y canales de combustión, que formaban parte del sector industrial detectado en campañas anteriores.


Prospecciones geomagnéticas:


Se hicieron tres prospecciones geomagnéticas. Las dos primeras, en 1998 y 1999, estuvieron a cargo del físico argentino Jorge Trench. La tercera, que llevó a cabo el arqueólogo Tomasz Herbich y colaboradores, fue el resultado de un convenio de cooperación entre la MAA y el Centro Polaco de Arqueología del Mediterráneo de la Universidad de Varsovia. Este método de escaneo terrestre se utiliza para detectar de manera no invasiva estructuras subterráneas en adobe, a una profundidad entre los 0,50 y los 5 metros: el limo del Nilo, empleado en la fabricación de ladrillos secados al sol, por su alto contenido en óxido de hierro se diferencia claramente de la matriz arenosa, no magnética, que lo rodea. Mediante la utilización de equipos y software adecuados, esta lectura del suelo permite obtener una imagen de las construcciones subyacentes y su exacta localización. Debido a las características de edificación de Tell el-Ghaba, el resultado fue altamente satisfactorio. Se establecieron los límites del sitio y se identificó la presencia de numerosos edificios enterrados en una franja de unos 100 metros de ancho desde el límite de la laguna. Se confirmó también la hipótesis de los arqueólogos sobre la concordancia en la orientación de los edificios, indicativo de que existió un planeamiento urbano.


Laboratorio:


Las diversas tareas tuvieron el propósito de registrar, dibujar y clasificar el material recuperado para su posterior estudio. Se hallaron piezas y fragmentos cerámicos en casi todos los estratos excavados: morteros, vasijas de almacenamiento, ollas para la preparación de alimentos, contenedores para transporte de aceite. También delicadas jarras y perfumeros forman parte de la gran variedad de formas y estilos que integran este vasto conjunto. El análisis de su materia prima -a cargo de Beatriz Cremonte- permitió determinar el origen de la manufactura de las piezas y tiestos recuperados. De los estudios comparativos, surgió que en su gran mayoría eran de proveniencia egipcia, elaborados en arcillas del Nilo y margas de Sinaí y el Alto Egipto, pero también los hay importados del sur de Palestina, Fenicia, Chipre e islas del Egeo. Los llamados “hallazgos especiales” permitieron conocer ciertos aspectos domésticos de los habitantes del sitio, pues en estos contextos se encontraron numerosos amuletos protectores y de la fertilidad elaborados en faenza: ojos de Horus, plaquetas del dios Bes y estatuillas de divinidades; también se recuperaron escarabajos y escaraboides, con inscripciones en su base usados como sellos y numerosos objetos de adorno personal.  Por su parte, las pesas de telar, los anzuelos y pesas de redes y los numerosos instrumentos líticos para la molienda de granos nos revelaron distintas facetas de la vida práctica. El estudio de la arqueofauna, realizado por Alberto Cione, comprendió el análisis de 11.000 huesos, de los cuales casi el 90% correspondían a especies ictícolas de agua dulce y un pequeño porcentaje a peces marinos. También se recuperaron restos de aves y mamíferos y en menor medida de tortugas continentales y cocodrilos.


Conservación:


El primer objetivo fue implementar medidas para poner a resguardo las piezas recuperadas en el campo, teniendo en cuenta los posibles desequilibrios ambientales que se producen cuando los materiales enterrados toman contacto con la atmósfera. Ya en el laboratorio las piezas fueron limpiadas, consolidadas y restauradas, según las necesidades del caso. Graciela Arbolave, responsable de estas labores en todas las campañas, tuvo también a su cargo el diseño de los sistemas para la guarda de los numerosos hallazgos que quedaron almacenados en los depósitos del Servicio de Antigüedades.


El sitio


Las investigaciones arqueológicas revelan que el estado egipcio instaló en Tell el-Ghaba -que hasta entonces había sido un sitio de pescadores- un puesto de control en el extremo oriental del delta.  Su localización era estratégica pues se ubicaba en el límite entre la tierra cultivable y el desierto, en un terreno relativamente alto, cercano a la ruta que unía Egipto con Palestina y junto a una laguna de agua dulce alimentada por el brazo Pelusíaco. Su emplazamiento parece coincidir con el comienzo de la llamada dinastía Saíta (664-525 a.C.), momento en el cual, tras un largo período de debilidad política interna, los reyes egipcios volvieron a tomar el control del país e intensificaron un programa de edificaciones administrativo-defensivas en las áreas de frontera.


Plano de Tell el-Ghaba. En el recuadro superior derecho se puede ver su localización geográfica y la reconstrucción del antiguo brazo Pelusíaco. En la primera campaña de 1995, el arquitecto Antonio Balogh- Kovács realizó un relevamiento topográfico del sitio, que sirvió de base para la planificación de las excavaciones arqueológicas y las posteriores prospecciones geomagnéticas.  


En los niveles más antiguos de ocupación del sitio han quedado rastros de estructuras efímeras - tiendas, edificaciones en adobe y caña- que sirvieron de vivienda a pescadores de la zona. En las Áreas I, II y VI las construcciones en ladrillos de adobe son diversas y así parecen haber sido sus funciones. Donde la presencia del estado se hace más evidente es en el edificio C y tal vez el D (Área II), ambos erigidos sobre una plataforma de ladrillos de adobe, dividida en celdas, que se conoce como “estructura de casamatas”. Este tipo de basamento era común en el Delta durante el primer milenio a.C. para las construcciones públicas de carácter administrativo o defensivo. El edificio F (Área VI), de unos 35 x 20 m, del cual solo se encontraron seis hiladas de ladrillos, presenta áreas de habitación y patios externos y ha sido interpretada por Crivelli Montero como una posible “solución simple, pero planificada, para albergar a servidores públicos, quizás oficiales de bajo rango”. El edificio B (Área I) es una vivienda doméstica de 13 x 9 m que comprende seis habitaciones, un porche y un pequeño depósito de almacenamiento. Se encontraron en él fogones para la preparación de alimentos e indicios de que había sufrido al menos dos remodelaciones. El rango social de sus moradores parece reflejarse en diversos hallazgos: una cuenta de oro, cerámica fina del Alto Egipto, perfumeros chipriotas y jarras de almacenamiento fenicias.  Después de un tiempo en que el sector cayó en desuso, se instaló allí una zona industrial, probablemente de talleres dedicados a la fabricación de faenza [2], que ha dejado al descubierto hornos, canales de drenaje, crisoles y rastros de escoria y ceniza.


En cuanto a la economía, las condiciones del suelo han sido desfavorables para la preservación de material vegetal y por lo tanto no tenemos información directa sobre la agricultura. Sin embargo, las piedras para molienda de grano y las numerosas bandejas (dokkas) utilizadas para el levado de pan indican que éste formaba parte de la dieta básica de los habitantes del sitio.  La gran cantidad de huesos recuperados, pesas de red y algunos anzuelos revela que la subsistencia estuvo basada fundamentalmente en el consumo de pescado, que los pobladores obtenían de la laguna, seguramente complementado por la ingesta de aves. Por su parte, las grandes vasijas sugieren un almacenamiento prolongado de alimentos. Las condiciones de vida debieron haber sido relativamente austeras, si bien la proliferación de collares, estatuillas en faenza y algunas finas vasijas en margas [3]del Alto Egipto y perfumeros chipriotas indican cierto grado de sofisticación.  Además de pescadores y agricultores el sitio debe haber estado poblado por artesanos -tal como parece indicar la existencia de talleres- y funcionarios del poder central.


El ojo de Horus fue un símbolo protector y uno de los amuletos más populares en el antiguo Egipto. Este ejemplar fue encontrado en uno de los pisos del Edificio B, una vivienda doméstica, junto a una figura del dios Bes y una cuenta de oro. De fina factura, está elaborado en faenza y en su reverso figura una cartela real con la inscripción jeroglífica Menkheperra.  


El corpus cerámico importado, que se corresponde con el repertorio documentado en sitios del Mediterráneo oriental para la primera mitad del primer milenio a.C., revela los intercambios de Tell el-Ghaba con el exterior. Los contenedores de aceite procedentes de Fenicia, las pequeñas jarras del sur de Palestina, los perfumeros y vasijas chipriotas, y las ánforas de Quios y Samos deben haber llegado al sitio por vía terrestre desde el sur de Palestina, a través del comercio de caravanas. Hacia fines del siglo VIII y el VII a.C., los puertos de Ashkalon y Ruqeish parecen haber jugado un papel importante en la ruta comercial que conectaba las vías marítima y terrestre. Ashkalon comerciaba con los navegantes fenicios, muy activos en los intercambios del Mediterráneo oriental. Los barcos que zarpaban de este puerto cargados de mercadería hacían escala en Ruqeish, desde donde partían las caravanas rumbo a Sinaí. 


Finalmente, el sitio fue destruido por una violenta conflagración, que se evidencia en una gruesa capa de sedimento carbonoso con lentes de oxidación que cubre todas las áreas excavadas. Las obras de irrigación, afortunadamente, no tuvieron impacto directo en Tell el-Ghaba y la labor arqueológica se pudo extender a lo largo de varios años. Sin embargo, fueron notables los cambios en el paisaje circundante. En la primera campaña, a mediados de la década de 1990, el entorno era de altas dunas, en las que aún podían encontrarse vestigios de la ocupación israelí. En la última, en 2010, fuimos testigos de que los numerosos canales que circundan el sitio transformaron el desierto en tierra cultivable, apta para la producción frutihortícola, cría de animales y pesca.  Así, tuvimos la oportunidad de apreciar un paisaje similar al que conocieron sus antiguos habitantes.


Notas:

1.  Esta reseña se basa en las publicaciones de los investigadores de la Misión Arqueológica Argentina en Tell el-Ghaba editadas en revistas especializadas, capítulos de libros y libros desde 1995 hasta la actualidad.  

2. La llamada “faenza egipcia”, cuyo principal componente es la sílice, es una cerámica vítrea no arcillosa.    

3. La marga es una arcilla de tipo calcáreo que, horneada en atmósfera oxidante y a temperatura controlada, presenta una superficie de color blanco o crema.


Dos bellas películas documentales retratan el trabajo de las misiones argentinas en Egipto y Sudán:


- “El Camino de Horus, pequeños hallazgos” de Libio Pensavalle, filmada en Egipto, Israel y Argentina, está basada en el trabajo de la Misión Arqueológica Argentina en Tell el-Ghaba. En 2005 ganó el primer premio CONICET de Cine documental, en la categoría Científico-tecnológica.


- La recientemente estrenada “De la Nubia a La Plata”, de Ricardo Prevé, filmada en Argentina, Sudán y Estados Unidos, relata la vida del gran egiptólogo argentino Abraham Rosenvasser y su participación como codirector de la Misión franco-argentina para el rescate de los monumentos de la Nubia.  VER MÁS


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios

Suscríbase a nuestro newsletter para estar actualizado.

Ver nuestras Revistas Digitales